martes, 8 de febrero de 2011

TREME. ALGO SE MUEVE BAJO LAS AGUAS DEL KATRINA



Algo se mueve en Treme, bajo las aguas del Katrina.

Han pasado ya 5 años desde el desaste del Katrina, el huracán que arrasó la costa sur de los Estados Unidos. La tragedia azotó con especial virulencia la ciudad de Nueva Orleans, cuna de una de las culturas más importantes y apreciadas del país. La respuesta gubernamental fue insuficiente y llegó tarde, poniendo en peligro el particular modo de vida de sus habitantes, especialmente en el barrio de Treme, alma y epicentro de un entramado cultural que une tradiciones coloniales, respeto a los antepasados y, sobre todo, una riqueza musical sin igual. David Simon (The Corner, The Wire, Generation Kill) encabeza el nuevo proyecto de HBO que ensalza toda esa tradición a la vez que denuncia la situación vivida por los habitantes de Nueva Orleans justo después del Katrina. Una auténtica joya.

La industria del cine norteamericano se ha transformado radicalmente en la última década. A nadie le sorprende ya que las mejores producciones audiovisuales no sean en formato película, sino en formato serial: la eclosión de las novelas por entregas, a través de las reforzadas cadenas de televisión es, sin duda, uno de los fenómenos culturales más interesantes de la primera década del siglo XXI.

Atrás quedaron los días, magistralmente reflejados en El crepúsculo de los dioses, en los que el guionista de Hollywood escribía y escribía textos que, con suerte, se malvendían a alguna productora que los retocaba, los alteraba e incluso los descuartizaba a su antojo. Últimamente se ha producido una auténtica migración de productores, escritores y directores desde los estudios de cine de Hollywood a determinadas cadenas y productoras de televisión que, hoy en día, podrían verse como las nuevas mecas del cine. Desde las ya veteranas CBS, NBC, FOX, a las más recientes y exitosas Sowtime, AMC y, sobre todo, HBO, las cadenas de televisión han sabido proporcionar a los creadores un ambiente más adecuado para la orquestación de una buena obra cinematográfica. Los conceptos están cambiando: una película puede durar ahora 50 u 80 horas, y el trabajo del grupo de actores, de escritores, directores, y productores (que trabajan en amplios equipos en nómina) se desarrolla durante varios años.

Tras lograr el Oscar al mejor guión original en la edición del 2000 gracias a American Beauty, Alan Ball convence a los directivos de HBO para que financien y emitan A dos metros bajo tierra, serie con la cual cambiaría definitivamente el concepto de serie de TV. Twin Peaks, X-Files y A dos metros bajo tierra: los tres hitos que cambiarían el mundo de la televisión. A partir de entonces, HBO se ha caracterizado por ofrecer a un público selecto productos de mucha calidad y profundidad, productos arriesgados, originales, con fuerte tendencia al realismo y a la crítica social sutil, y con una notable aversión al maniqueísmo. Series como The Wire, Los Soprano, Deadwood o Generation Kill son algunos de los productos audiovisuales más valorados de la década. ANTOINE BATISTE

Personalmente opino que HBO no tiene rival, pese al éxito de series de la FOX (Lost o Fringe) o de Showtime (Dexter, Los Tudor o Weeds), y pese a la reciente declaración de guerra de AMC, responsable de Breaking bad, Mad Men o Rubicon. En 2010, tras un par de años algo flojos (The Pacific no convenció demasiado), HBO ha vuelto, con dos estrenos de órdago: Treme, y Boardwalk Empire.

Treme pasó en primavera por nuestras pantallas sin hacer mucho ruido, pese a las constantes llamadas de atención de Boyero y el enorme seguimiento que le hizo El País. El éxito de audiencia fue tan inmediato en Estados Unidos que HBO renovó la serie, justo tras el estreno del piloto, al menos por una temporada más; aunque todos sabemos ya que serán 5.

Si a estas alturas, querido lector, te sigues preguntando por qué habrías de perder tu tiempo viendo esta serie, si no es suficiente garantía la producción pulcra, seria y original de HBO , te daré una serie de buenas razones para que le des una oportunidad:

Uno. El creador de esta serie es David Simon, periodista y escritor de novelas policíacas nacido en Washington DC, padre de obras maestras del calibre de The Corner, Generation Kill y, sobre todo, The Wire.

Dos. La serie está localizada en el barrio de Treme, en Nueva Orleans, tres mese después de que el huracán Katrina arrasara la ciudad. Fue una catástrofe humanitaria sin precedentes en EEUU, y la excesiva tardanza de respuesta de la administración Bush fue uno de los más feos asuntos de sus 8 años de gobierno. Un planteamiento, como siempre ocurre con Simon, con una fuerte carga política. El propio creador ha reconocido en múltiples ocasiones que su posición ideológica está mucha más a la izquierda que la representada por el Partido Demócrata.

Tres. El barrio de Treme fue uno de los más afectados por el Katrina, aunque la realidad fue que el 85% de Nueva Orleans amaneció el 1º de septiembre sumergida bajo varios metros de agua. No obstante, Treme, un barrio pobre, de gente trabajadora y músicos callejeros, está considerado como el corazón cultural de la ciudad, la parte más auténtica, el alma de todo un sistema cultural que engloba tradición hispana, francesa, afroamericana, caribeña, africana, nativa americana y que se expresa en variadas y extraordinarias manifestaciones como su ecléctica gastronomía, el Mardi Gras (un carnaval con múltiples elementos indígenas) o esa inmensa riqueza musical de la que el país, y el mundo entero, se siente orgulloso. Rythm & Blues, orquestas de Brass Band, Swing, Soul y Jazz.JANETTE DESAUTEL

David Simon ha declarado haberse sentido tan orgulloso de esa tradición musical como avergonzado por la respuesta de su país ante la catástrofe del Katrina. Se trata, por tanto, de una serie que exalta la cultura existente en Nueva Orleans, en Treme, y que a la vez denuncia un abandono y un olvido imperdonables. La reconstrucción tardó demasiado en empezar, y los cientos de miles de evacuados volvieron con cuentagotas, y a viviendas totalmente destruidas. Al margen de las pérdidas humanas y económicas, la ciudad estuvo a punto de perder todo ese entramado cultural.

Cuatro. La serie se centra en los músicos, en personajes llenos de talento, perdidos en el caos, que intentan reconstruir sus carreras y sus vidas. Sin trabajo fijo, a la espera de la reapertura de clubes y locales, en ocasiones sin casa; personajes desplazados de lo que habían sido hasta ahora sus vidas. La participación de artistas locales como Kermit Ruffins o Dr. Jonh, la extraordinaria documentación musical y la constante presencia y protagonismo de ésta, hacen de la serie una auténtica gozada para los amantes de la música. Una banda sonora sencillamente alucinante.

Cinco. Al margen de los músicos, hay un buen número de personajes que muestran otros muchos aspectos del modo de vida de Treme y de la cultura de Nueva Orleans. Una chef que intenta mantener su restaurante sobre las ruinas, una abogada que busca a gente desaparecida tras la tormenta, un profesor de literatura que ante el cierre de las universidades dedica su tiempo libre a denunciar la desatención del gobierno y la infravaloración del peso cultural de la ciudad en el país, o el (gran) jefe (indio) de una cofradía de carnaval que trata de reunir de nuevo a su grupo para el Mardi Gras son algunos de los interesantes y profundos personajes que han de poblar esta nueva serie coral de HBO.

Seis. Los aspectos técnicos de la serie están a la misma altura que la parte creativa y argumental. Nuevamente nos encontramos ante una serie que mejora a la mayoría de las películas que produce Hollywood: cine de alta calidad, repartido en pequeñas dosis, y con la gran ventaja de poder explayarse decenas y decenas de horas en un mensaje complejo, y en una reflexión cargada de intenciones. Una producción brillante, dinámica pese al detallismo y la voluntad descriptiva. Un regalo para la vista.

ALBERT ' BIG CHIEF' LAMBREAUX

Treme volverá a las pantallas en la primavera de 2011, y esperamos que haya un seguimiento de la crítica especializada tan intenso como con la Iª temporada. Tanto en Estados Unidos como en España, pero especialmente en Nueva Orleans ha sido muy bien acogida, debido al veraz y acertado retrato de una ciudad que, tras el mayor desastre de su historia moderna, reclamaba a gritos ayuda, respeto y comprensión. Treme es una parada obligatoria para todos los amantes de buen cine, de las series tipo HBO, para los admiradores de la filosofía de esta cadena, para los amantes de la buena música, de la comida, de los buenos diálogos, y para los amantes, en general, de todas aquellas manifestaciones culturales que sacan a la luz la autenticidad de una comunidad, sea cual sea.

martes, 1 de febrero de 2011

THE OFFICE. EL HUMOR TRIDIMENSIONAL


Siempre me ha llamado la atención un hecho contrastado: hay personas que solo se ríen con una serie, o con una película de humor, cuando están acompañadas. “Es como el famoso koan: si no hay nadie cerca para oír tus carcajadas, ¿Para qué soltarlas?”, me suelen decir. Pero la risa no es un fenómeno de ondas de reacción como la caída de un árbol, debería ser una manifestación espontánea, e incluso incontrolable, de nuestras almas en completa desinhibición. La risa es un regalo de nuestro complejo sistema cerebral, sano y adictivo. Y yo, que no entiendo esa actitud medio de sociópata, no puedo con The Office (USA). En la intimidad, en público, o donde sea, me parto con Michael Scott y compañía.

El secreto de esta adaptación norteamericana de la homónima teleserie británica radica, en primer lugar, en la originalidad del proyecto: una mezcla entre sit-com, reality show y falso documental que, aunque en un principio nos desconcierte, proporciona un volumen al humor pocas veces visto hasta ahora. Originalidad y adaptación casan bien, en este caso, porque los creadores de la versión británica, Ricky Gervais y Stephen Merchant, son también aquí guionistas y productores ejecutivos. Aparcaron The Office (UK) tras 14 entregas, y se fueron a juntar con Greg Daniels, casi nadie: ganador de un Emmy por Saturday Night Lives, co-guionista de un alabado capítulo de Seinfeld, y de algunos de los grandes episodios de Los Simpsons, y responsable también de The King Of Hill (la segunda serie de animación más longeva de EEUU tras Los Simpsons). El resultado es un producto con leves toques de humor inglés, una serie ágil y dinámica que ha logrado redimensionar la comedia.

Las cámaras se adentran en la oficina de Scranton (Pennsylvania) de una empresa de papel de segunda, Dunder Mifflin, y de la mano su excéntrico jefe, Michael Scott (Steve Carell), asistimos al funcionamiento de ésta, a la convivencia dentro de ella y, aparentemente de refilón, a las vidas y vivencias de los personajes que allí trabajan. Pam (Jenna Fischer), la recepcionista, prometida pero enamorada de Jim (John Krasinski), el simpático vendedor, genio creador de ingeniosas bromas que vierte sobre Dwight (Rainn Wilson), ultra-metódico y arisco líder de ventas, fiel seguidor de su jefe, y de toda autoridad constituida; Ryan (B.J. Novak, también guionista y productor ejecutivo), el nuevo: becario y único con estudios en empresariales; Kevin, un gordo y calvo contable baterista, la áspera y quisquillosa Ángela, la adorable Phyllis, el irónico Stanley...Aparentemente nada nuevo, solo estereotipos que revientan por hacer del tópico un extremo.

Lo realmente destacable de The Office es que el punto de vista del espectador se ha visto alterado. No solo es que estemos presentes en la oficina, es que los personajes lo saben, y de hecho juegan constantemente con ello. La acción, propiamente dicha, se intercala con pequeños cortes de entrevistas, a modo de confesionario, con lo que nace esa especie de doble cara que presentan los personajes. Pero además miran, de reojo o incluso directa y descaradamente, a la cámara, accedemos a filias y fobias entre ellos, supuestamente of record y, sobre todo en lo que respecta al jefe, Michael Scott, presenciamos una doble visión del día a día de la oficina: su deformada e idílica idea de lo que es una oficina, y la verdadera reacción de los demás ante sus afectuosas excentricidades. Hay que decir que el verdadero hilo argumental de la serie es ese extravagante, inocentón y exasperante jefe, ese adorable, bienintencionado y pesado alto directivo, incompetente y pseudo-carismático, ese Michael Scott capaz de generar en nosotros vergüenza ajena y compasión casi en el mismo instante, que hace todo lo posible por mantener unido, motivado y feliz a su grupo de subalternos, a quienes considera y adora cariñosamente como a la familia que, aparentemente, no tiene.

Esa posición privilegiada con la que nos situamos en The Office es lo que hace que su humor sea casi en tres dimensiones. Tradicionalmente las comedias se mueven en dos direcciones: entre el humor horizontal (entre los mismos personajes, dentro de la acción) y el vertical (guiños, recurrencias y complicidad entre los personajes y el espectador). The Office trastoca y supera ese esquema mediante la inserción del público en la acción. De ese modo los actores interpretan a personajes que, en cierto modo, actúan. Así vemos a Michael Scott mostrándose sabio, mayestático y repartiendo lecciones, cuando en realidad no hace sino descubrir, desde su inmensa inocencia, ignorancia e incompetencia, lo que es el mundo y la vida; vemos las verdaderas motivaciones de Jim y Pam en la oficina (Pam y Jim respectivamente), o las no tan bien ocultas ansias de poder y dominio de Dwight, todo un aprendiz de dictador frustrado.

Ni que decir tiene del enorme mérito de interpretación de unos actores que encarnan a personajes que se interpretan a sí mismos, pero lo más relevante es el resultado global: una dimensión más de humor mediante el desdoblamiento de las dos tradicionales, provocado por la presencia definitoria de la cámara. Ésta, además, hace perfectamente bien su trabajo de movimiento, encuadres y enfoques, pese a lo aparentemente casual e improvisada que debería ser, y demuestra estar enterada de todo lo que ocurre en la oficina, buscando la imagen o el personaje que más nos interesa en cada momento. Y el guión, que lo hay, se mueve al ritmo que marcan los acontecimientos naturales de una oficina, aunque el hilo argumental esté plagado de situaciones estrafalarias y más propias de un campamento de verano.

Puede ser la primera consecuencia grata de la eclosión de los reallity: una comedia que se lucra de la fantochería, del personajismo provocado y de la falsedad humana; una comedia que nos pone en contacto con la interpretación que todos usamos o llevamos dentro. The Office, por su originalidad, por la frescura de su código de humor, por las sorprendentes, simpáticas y humanas actuaciones, y por la notable agilidad de realización, se ha situado en mi pódium personal de comedias norteamericanas, solo superada por las inconmensurables Seinfeld y Fraser.