martes, 5 de julio de 2011

NO TENGAS MIEDO: LA CURACIÓN AL USO.



No tengas miedo es una película completa, una historia contada de principio a fin, una historia concreta. Es el intento de reconstrucción psicológica interna de una joven que, siendo niña y adolescente, fue víctima de abusos sexuales por parte de su padre. Silvia está en terapia desde el principio, y se nos presentan los casos de abuso casi a modo de flashbacks, como fragmentados recuerdos. Se reconstruye la historia necesaria hasta el momento en que ella sufre un accidente: punto de inflexión que marca su despertar, y el intento de curación de sus traumas. Dos partes bien diferenciadas en la película, que mucho tienen que ver con la curva de evolución del personaje principal. Dos partes que contrastan quizás demasiado, ya que si la primera se nos presenta fragmentada, la segunda resulta excesivamente dilatada.

Al final lo que vemos es a un buen hombre, a un buen padre (un correcto Lluís Homar), abusar de su hija, y causar en ella un evidente trastorno. Obvio que si la madre es como es, no se enterase de nada, pero cuando Silvia es adolescente, ni siquiera parece sorprendida del estado de bomba a punto de estallar en el que se encuentra su hija. Incluso se entrevé cierto trastorno alimenticio que, por supuesto, también ignora la madre. Un facilismo, el del papel de Belén Rueda, que no pega con el supuesto anti estereotipo que es el buen padre abusador (quizá el estereotipo ya sea ese también). Silvia (Irene Cervantes, luego Irantzu Erro, y finalmente Michelle Jenner), en ese sentido, y también con respecto a la relación con su amiga, no tiene contexto. Apoya eso la dirección de la película al escoger casi siempre primeros planos, al no grabar casi nunca en su habitación y, sobre todo, al jugar a la metáfora de las casas donde ella vive. Su único contexto, eliminadas las personas, son la música, el juego y su dolor.

Hay cuatro clarísimas metáforas en la película, concretas plasmaciones de una mente rota, de una intimidad perturbada, de alguien que va a la deriva. Su salida del taxi, como quien huye de su propia vida, es el punto de inflexión. Ella entra en el taxi sin saberlo, atraída por el aura de felicidad de una familia normal que sale de él, y cuando vuelve a su desagradable realidad, su gesto más instintivo es salir huyendo. Esto marca su despertar, y a partir de ahí, su recuperación transcurre paralela a las casas en las que vive: evidentemente abandona la de su padre, la de su familia unida, la de su historia; trata de refugiarse en la de su madre, ajena a ella y a toda su problemática, donde tampoco encaja. Vive luego con su amiga, donde se siente una carga, y con su pareja, que resulta ser la lanzadera final para su recuperación: cariño, sexualidad sana, y una correcta intimidad. El último paso, obviamente, es buscar un piso para ella sola, dejando por fin atrás sus traumas y, detalle importante, su instrumento. Una evolución lógica, pero a destiempo. 

Es un instrumento de dominación el violonchelo, o eso puede simbolizar: una pesada carga que ella siempre lleva. Un elemento constante en su curva de evolución, que solo abandonará cuando se enfrente, a su manera, a su padre. La cuarta metáfora trata de su adicción al juego. Silvia no bebe, no se droga; evidentemente lo que tiene que hacer, como obsesivo vicio de evasión, es dejarse la vida en juegos de azar, donde el destino se escapa a nuestro control, donde estamos a merced. Curiosamente, su vía de entrada a la redención nace en una de esas salas, cuando por fin es capaz de adentrarse en la aventura del sexo y el amor, terreno por excelencia donde las cosas escapan al control de uno. Silvia sonríe por primera vez cuando gana, y entonces se atreverá también a amar: ¿Por las posibilidades de victoria? ¿Por la apariencia de control? Consigue transformar el juego en amor, y convertir el amor en el juego que es.

La técnica nos habla en todo momento de una película centrada en un personaje; su contexto, hermético y hostil, es quizá demasiado pobre. El foco de tratamiento es demasiado estrecho, por lo que los testimonios intercalados, en mi opinión, no tienen ningún sentido. No es vocación del film la denuncia social, es tan solo una cinta salvable si la vemos como eso, como una historia concreta, bien contada de principio a fin. Pero ya.

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